martes, 17 de agosto de 2010

Domingo frío, gente cálida

Miren ese cielo. Con esas nubes amenazantes y un frío que no se podía creer, pasamos un domingo ESPECTACULAR en Júpiter, tratando de representar a Comu de la mejor manera. Digo "tratando", porque si el sábado fueron siete chicos, el domingo se nos cayeron tres más, y apenas juntamos cuatro, los Arrondo y los Candal. Y aunque el Sr. Takahashi miraba con asombro, hacía gestos y decía "¡Nueve, nueve, cuatro no!", no hubo equipo para jugar. Obviamente nuestras posibilidades competitivas se esfumaron, pero por suerte en este torneo eso no es lo más importante. La gente de Júpiter y sus jugadores nos brindaron su hospitalidad, y además de disfrutar de unos riquísimos pollos a la parrilla, pude ver en acción a mis hijos contra los invitados de Salta, integrados a la formación local. ¿Qué les puedo decir? Como padre, simplemente gracias a todos. Me di el gustazo de ver a Pancho (abriendo, primera experiencia como pitcher en prejuniors) y a Miguel juntos en la cancha, combinándose (uno-tres) para sacar a los bateadores en la primera, y sentí como lo alentaban al más chico como si fuera uno más entre las casacas rojas. De nuevo, muchas gracias, de todo corazón.

Una anécdota famosa, y otra del partido, que tienen su parecido.
En el juego 3 de la Serie Mundial contra los Chicago Cubs en 1932, el famoso Babe Ruth desafío al pitcher Charlie Root, señalándole las gradas en el jardín central, como diciendo "la pongo ahí". El caso es que logró un homerun, que según muchos, ha sido el de mayor longitud en el Wrigley Field, hogar de los Cubs.
En el encuentro del domingo contra Salta, al jóven valor de Júpiter Agustín Camarda le tocaba ir al bate. Lleno de confianza, dijo que iba a meter un homerun, y enseguida empezó a levantar apuestas con sus compañeros de "dugout". No le tuvieron fé, y unos apostaron un paquete de palitos, otros una bebida, unos 3D... el caso es que Camarda fue al plato con medio quiosco en juego. El pitcher salteño lanzó la bola, y Camarda no dudó: le clavó un palazo que la mandó a la otra cancha, y todavía la deben estar buscando.
Ahora, muchachos, a no hacerse los giles y a pagarle las golosinas al "Bambino" de Ciudad Evita. Se las merece.

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